Con unos días de diferencia me he enterado de la muerte de dos referentes de mis años de tesis: Strømme y Laksov. Descansen ambos en paz.
Stein Arild Strømme
Stein Arild Strømme murió a finales de enero, a los 62 años, tras una larga lucha contra el cáncer que documentó en un blog que de vez en cuando leía traducido por Google para ver cómo iba. Sus teoremas con Geir Ellingsrud sobre la existencia de una descomposición celular del esquema de Hilbert (una variedad algebraica que parametriza los conjuntos de k puntos del plano proyectivo, incluyendo los conjuntos “degenerados” donde hay coincidencias de puntos) fueron el germen de mi tesis. Lo recuerdo alto, nórdico, amable, pacífico. Sus preprints de la Universidad de Bergen, de tapa naranja, que nos enviaba religiosamente me evocaban un lugar romántico de frío y nieve casi perpetuos, ideal para hacer matemáticas (me imagino que a él los preprints de la Universitat de Barcelona, amarillos, le evocaban un lugar romántico de clima agradable y mucho ambiente en las calles; Dios da pan a quien no tiene dientes).
Dan Laksov
Dan Laksov murió a finales de octubre, pero me enteré ayer por el Boletín dominical de la RSME. Tenía poco más de 70 años. Cuando lo conocí, a mediados de los ochenta, era el director del Instituto Mittag-Leffler, y un reconocido luchador por los derechos humanos. Y hoy quiero recordar de él un consejo que me dió en un congreso y que me ha servido toda mi vida científica.
Mi inglés hablado no es bueno, y cuando era joven era peor. Cosas de la educación: mi francés es muy bueno pero nunca he estudiado inglés de manera sistemática y ha crecido salvaje. Además, no sé como está organizado mi cerebro, pero aun hoy el inglés compite con el francés en la zona que maneja los idiomas extranjeros, y a menudo me salen “francesadas” cuando hablo en inglés. En resumen, que a los veintipocos años, preparar una conferencia en inglés era para mi una montaña. Y en los congresos de Geometría Enumerativa a los que iba la cosa no eran presentaciones de 20 minutitos y proyectando un pdf como ahora, no. Las conferencias eran de una hora en pizarra.
Foto de familia del congreso de Sitges
Así que en una de esas, en el congreso de Geometría Enumerativa de Sitges en 1987, Laksov (nunca le llamé Dan, me imponía mucho respeto) me vio todo nervioso, y cuando le comenté que el motivo era mi charla, me dio un consejo: para dominar una charla, tras prepararla bien preparada, en algún momento de las 24 horas anteriores escribe palabra por palabra lo que dirás, incluyendo los chistes. Así lo hice. Mano de santo, chicos. Aunque con la edad mi capacidad para improvisar en inglés ha crecido a medida que mi sentido del ridículo ha disminuido, aun hoy lo hago con las charlas que quiero que salgan perfectas. Incluso en catalán o castellano.
He de decir que tras mi tesis, abandoné el campo de la geometría enumerativa, incluso las matemáticas consideradas serias, así que desde el 90 más o menos no volví a ver a ninguno de mis ídolos de la época: Laksov, Stromme, Kleiman, Piene…
Un último recuerdo para deprimirme notando que cuando Laksov me dió ese consejo era más joven que yo ahora.
Roz Chast, New Yorker (25 de octubre de 1993)